viernes, 28 de enero de 2011

REDUZCA SU FACTURA ELÉCTRICA ...

                                         … CON UNA PIEDRA


Este podría ser el próximo eslogan del gobierno a la vista de los últimos movimientos en contra de la energía fotovoltaica, tal y como explicaré a continuación.
En primer lugar me gustaría describir a grandes rasgos cómo se obtiene el precio de la electricidad que paga cada mes. A diferencia de otros países, en España existe lo que se llama el pool eléctrico, que funciona de forma parecida a la bolsa. En cada momento todos los productores de energía eléctrica existentes en el mercado, desde una central térmica hasta el huerto solar cercano, ofrecen su energía a un precio determinado. Este precio dependerá de varios costes: la amortización de la instalación (enormes en el caso de las centrales nucleares y nulos para hidroeléctricas ya amortizadas), el precio del combustible que utilicen (carbón, sol…), el coste de explotación de la instalación y  otros derivados de la producción de energía (mantenimiento, residuos…). El mercado determina la demanda de energía  necesaria, y en teoría, sólo se produce en cada momento la energía que se demanda. Para discriminar toda la energía restante se seleccionan todas las ofertas de energía por orden del precio que ofrecen y cuando se cubre la demanda, se descartan las restantes más caras, y a todas las que han entrado en el pool se les paga por el precio de la más cara de ellas independientemente de su propia oferta. A partir de lo anterior, será fácil deducir porqué las energías renovables siempre están presentes en el pool.
Los precios de energía que ofrecen son los más económicos, ya que el combustible que utilizan es gratis, los costes de explotación y mantenimiento son prácticamente similares en funcionamiento que paradas y además son conocedoras de que se les pagará por un precio muy superior, así que no hay motivo para arriesgarse a no entregar su energía a la red
Por todo lo anterior es fácil deducir que toda la energía procedente de fuentes renovables que se produce en España es vertida la red y distribuida entre todos los consumidores. Y esto resulta algo muy ecológico y progresista, o al menos así ha sido hasta la fecha, cuando el sistema ha roto su equilibrio. Me centraré en el periplo de la energía fotovoltaica.
Muchos inversores vieron una gran oportunidad de invertir en energía fotovoltaica cuando cada kw.h producido era pagado por la administración a 45 céntimos de Euro, mientras el precio de venta medio en el mercado era de apenas 7 céntimos. Yo participe en algunos estudios de viabilidad económica con periodos de amortización inferiores a 10 años con todas las garantías de una prima asegurada durante veinte años. Era un negocio seguro aunque nadie quería saber de dónde salían los 38 céntimos que faltaban en las cuentas. Había cupos anuales en función del dinero disponible para pagar las primas y las listas de espera eran cada vez mayores mientras se especulaba con los puntos de vertido a la red ya aceptados. Además, según recientes investigaciones de la Comisión Nacional de la Energía, eran muchas las instalaciones que generaban más de lo permitido o mediante otras fuentes no renovables sin que fuera de forma alguna supervisado por la administración.
Todo esto se inició durante el gobierno del Partido Popular mediante el RD 436/2004 y fue impulsado por el actual gobierno con el RD 661/2007 y otros posteriores hasta que el pasado 23 de diciembre, víspera de Pascua, se publico el RD-L 14/2010, en el cual se reducían drásticamente las primas para los próximos años incluso con carácter retroactivo para instalaciones ya existentes. Esto supone que todos aquellos inversores que apostaron por el sector de las renovables alentados por la administración se encuentran actualmente con instalaciones de dudosa amortización debido a contratos de papel mojado.
Yo he vivido profesionalmente el auge de las energías renovables: los primeros huertos solares que seguían al astro rey, los intimidantes aerogeneradores de La Muela y las placas solares en los tejados para producir ACS. La sociedad las recibió con los brazos abiertos. A los profesionales nos ofrecía nuevos campos de trabajo, a los empresarios posibles negocios y desde el exterior era imagen de prosperidad y fuente de riqueza. La tecnología mejoraba de tal forma que entre las diferentes fases de un mismo proyecto, las placas solares eran cada vez más eficientes, los nuevos molinos producían más energía y las cifras ascendían sin parar. Había que subirse al carro de las renovables.
Sin embargo ha llegado la hora de frenar y ver las cosas como son. Las primas que el Gobierno ha pagado indiscriminadamente están haciendo subir el precio de la electricidad. Las energías renovables no son tan eficientes como parecían. Los huertos solares no se amortizan sin las primas y ya no veremos crecer molinos como setas por el campo.
Si el dinero se hubiera utilizado en investigación y desarrollo para mejorar la eficiencia de las instalaciones el mercado energético actual tal vez sería diferente.
No habría equipos obsoletos en nuestros tejados que ya no se van a amortizar jamás.
Aparecerían nuevos inversores interesados en la tecnología española, en vez de en el sol y la charanga.
Los empresarios basarían sus inversiones en cifras de radiación solar y no en incentivos del Estado.
Yo creo en el futuro de las energías renovables, y por eso veo que es el momento de coger una piedra y, como ya hizo don Quijote con los molinos de su tiempo, arremeter contra toda fuente de energía renovable.
…Y empecemos de nuevo la era de la energía.


Por Alberto Hernández Bernad. Ingeniero Industrial